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Ahora estoy contigo. Desde el primer momento
no he querido separarte porque tú también perteneces
a ese pueblo. Tu eres mi "vieja" portuguesa, en el sentido con el que me adentro en los años vividos. Con ellos admiramos la resistencia, la experencia, la enseñanza y la tranquilidad. Eres una mujer que no habla de cansancio. Trabajas para lo que naciste y de ello te muestras orgullosa. Tus ojos, observadores y atrayentes, incitan a preguntar al mirarte. Tu sonrisa deja al descubierto faltas que no ocultas. Caminas muy temprano, descalza, no te afecta el tiempo o lo imprevisto; tu tarea empieza con la llegada al puerto. Empujas un carrillo con la pesca que vas a vender y por la que ofrecíais todas en la rula. Al desplazarte, tu movimiento deja ver, por encima de las rodillas, el colorido que tienen tus faldas. Antes fueron cinco y por hoy sólo tres. Mujer singular que con tu existencia mantienes viva para nosotros la realidad de un pueblo. Ahí estás para que no pase al olvido. Ahora sí está claro porqué los dos. Viven el mismo mundo y se necesitan y necesitan del mar, brumas, tormentas, no importa lo que tengan detrás, están dispuestos a seguir y nos lo dicen. MONCHOLC, hasta hoy. Pág. 68. Dra, Abad. |
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