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Unos años antes os habíais
conocido. Recuerdo que hablamos mucho de vuestra ciudad, Nazaret, y
su pueblo de pescadores, en la costa portuguesa. Tú eres un protagonista de esa historia que aún no acaba. Te mantienes al paso del tiempo y conservas algo sólo tuyo, un gorro largo que cae sobre el cuello. Miras con aire de nostalgia al mar en el que has hecho tu vida. Tus ojos están entreabiertos, acostumbrados a mitigar el reflejo del sol. Nariz de ala alta que marca una suave mueca, podríamos pensar que algo te ha faltado o quizás que recuerdas el trabajo que ha marcado las huellas en tu cara. Yo te he visto sentado en la playa, en un atardecer, rodeado de brisa dulce y así te puedo contemplar ahora. Contrasta tu fuerza y vigor en un fondo al que yo siempre digo que es mi pudding, algo que tiembla y se deshace sin esfuerzo. Tú existes para siempre y nos haces ver tu satisfacción de ser hoy, sobre todo, un hombre de mar. MONCHOLC, hasta hoy. Pág: 66. Dra. Abad. |
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